Recensión Vol.9 "Trinidad, universo, persona."

Recensión Vol.9 "Trinidad, universo, persona."

Emili Marlés (ed.) Trinidad, universo, persona. Teología en cosmovisión evolutiva, Editorial Verbo Divino, Estella 2014, 390 pp. ISBN. 978-84-9073-018-8.

 

Este nuevo libro de la colección “Teología y Ciencias” es uno de los esfuerzos más recientes, llevado a cabo en nuestro país, por sistematizar los puntos centrales de la dogmática teológica desde una cosmovisión evolutiva; esfuerzo, por otro lado, que comienza a cuajar en varias partes de España, pero que desgraciadamente aún no llega con toda su fuerza a las facultades de teología, todavía muy de espaldas al diálogo fructífero con la ciencia, a pesar de las recomendaciones que ya hiciera en su pontificado Juan Pablo II. El proyecto que desemboca en este libro se inició dentro del marco de reuniones y encuentros del equipo de trabajo Theosciences compuesto por varios profesores de la Facultad de Teología de Cataluña y de algunos miembros del STICB, fundado por el físico y teólogo jesuita Manuel G. Doncel. Resultado de esas reuniones fue una primera versión en catalán del libro que ahora, revisado en algunos aspectos y aumentado, presentamos en su traducción al castellano, trabajada minuciosamente por Xavier Losantos (incluyendo las tediosas hispanizaciones de la bibliografía). Aunque es una obra de conjunto, el lector perspicaz podrá reconocer en su diseño la mano de García Doncel, aunque cada capítulo presenta peculiaridades propias de cada autor que no han sido disimuladas. Los diez capítulos vienen precedidos por una presentación del propio Doncel y de Ricard Casadesús, y un prólogo del editor Emili Marlés. La organización de los capítulos, agrupados en tres grandes bloques, sigue un orden clásico de la dogmática, que nos permitirá ir exponiendo brevemente la orientación concreta de cada uno de ellos.

El capítulo 1 La Trinidad y su amoroso designio creador de Joan Planellas i Barnosell es, en realidad, una introducción teológica general a todo el conjunto. Es una muy clara exposición de los puntos centrales de la dogmática respecto a la relación entre la trinidad y la creación. Los puntos clave que caracterizan este primer capítulo son la idea directriz de que Dios crea por amor (ex amore) y que, por tanto, la creación no es fruto de una necesidad metafísica sino expresión de la esencia amorosa de Dios, que se expresa hacia fuera en la creación; y en segundo lugar, que la creación, del mismo modo que la salvación, son obra del conjunto de la Trinidad, aunque cada una de las personas tenga un papel propio dentro de esta única tarea creadora. La estrecha unidad entre creación y salvación pone de manifiesto que Dios no crea sólo por una especie de impulso primordial que quedaría agotado en los inicios, sino que la actividad creadora no cesa desde el inicio hasta el fin, porque el objetivo de la creación es recapitular todas las cosas en Cristo. Por ello, el resto del libro tratará de mostrar, desde una consideración evolutiva, que Dios está presente desde el inicio de la creación (Capítulo 2) hasta la escatológica nueva creación (Capítulo 10), pasando por la emergencia del ser humano y la encarnación de Cristo como salvación del mundo. Por ello, la tesis principal de este libro (inspirada en la reciente investigación teológica de Denis Edwards) aunque no siempre presente de forma explícita en todos los capítulos, es que además de la función originaria y primigenia del Padre, existen dos papeles esenciales en el desenvolvimiento de la creación evolutiva: el papel Potenciador del Espíritu y el papel Atractor de Cristo, que permiten vislumbrar la historia de la entera creación, desde sus inicios hasta su consumación.

Tras esa introducción general, la Primera Parte trata la creación evolutiva y en ella se incluyen los capítulos 2, 3 y 4. El Capítulo 2 El concepto clásico de creación de Ricard Casadesús y Lluc Torcal es un agradecido esfuerzo por sistematizar el pensamiento de Tomás de Aquino sobre la creación, considerado como el desarrollo más acabado desde un punto de vista metafísico de la teología clásica de la creación. De la metafísica tomista de la creación hay algunos elementos básicos que una concepción evolutiva aun puede retener: por ejemplo, la dilucidación de lo que significa una verdadera creatio ex nihilo y la creatio continua, la distinción entre creación en sentido lato (recibir elesse de Dios) y la creación en sentido estricto (la creatio directamente ex nihilo), la creación como dependencia radical respecto de Dios de todo lo creado, y la relación del concurso divino y la causalidad creada (causa primera y causas segundas), cuestión que será esencial para comprender el concepto de “autotrascendencia activa” de Karl Rahner tan importante en algunos capítulos del libro. Aunque en algún sentido los autores dejan la puerta abierta, en un pie de página final, a la cuestión de la posibilidad de una comprensión evolutiva de la creación incluso desde la propia metafísica tomista (sobre todo desde la idea de la sobreesencialidad del ser), desde mi punto de vista la tarea importante es rescatar (para una teología evolutiva) algunos de esos elementos que he indicado sin la necesidad de sacralizar al Aquinate.

Por su parte, el magnífico y claro capítulo 3 La evolución cósmica, biológica y antropológica de David Jou, es el primero que trata el tema de la evolución desde una perspectiva macro-cosmológica, meso-biológica y micro-antropológica, y estrictamente científica, con una admirable capacidad para recorrer todo el proceso evolutivo desde el surgimiento del cosmos hasta la evolución cultural de los seres humanos; es decir, la evolución es un hecho que se manifiesta en todos los niveles de la realidad natural y humana, lo que obliga (y este es el sentido entero del libro) a reformular los conceptos clave de la teología desde esa nueva perspectiva, asumiendo, como explica Jou, que la evolución tiene un papel creativo y un papel destructivo ineludible en cualquier intento de explicación teológica. Una teología que no asuma los hallazgos científicos expuestos en este capítulo, está condenada al fracaso y a la miopía en la percepción de la realidad natural.

Precisamente, esto último es lo que pretende poner de manifiesto el capítulo 4 El concepto teológico de “creación evolutiva” de Manuel G. Doncel. En él Doncel, tras explicar brevemente algunos de los enfoques que rechazarían un concepto como el de “creación evolutiva” (el cientificismo ateo, el creacionismo fundamentalista o los defensores del diseño inteligente), pasa revista a algunos de los intentos más claros por construir una teología de la “creación evolutiva”, en la que Dios, más que “hacer las cosas”, haga “que las cosas se hagan a sí mismas”: por ejemplo, Teilhard de Chardin y, bebiendo de él, Karl Schmitz-Moorman, o los principios de la “autocomunicación” divina y la “autotrascendencia activa” de las creaturas (potenciada por la “acción trascendental” divina) desarrollados por Rahner y, derivando de ellos, la obra actual de Denis Edwards. En el último epígrafe, Doncel, asumiendo en gran parte muchas de las intuiciones de estos cuatro autores, trata de desarrollar su propuesta de una teología evolutiva, en la que los dos elementos básicos son la idea del Espíritu como Potenciador y Cristo como Atractor cósmico del desenvolvimiento evolutivo de la creación hasta alcanzar el ser humano, así como la necesaria reformulación del hilemorfismo aristotélico-tomista en un “estructuralismo relacional”, que tenga en cuenta la complejidad real de la “materia prima” que nos descubre la física actual y que era imposible de imaginar en tiempos de Aristóteles. Por ello, habría que decir “En el principio creó Dios las leyes y la energía”, y concreó junto a ellas el tiempo y el espacio, como base del posterior despliegue de la creación evolutiva.

Con este capítulo termina la primera parte. La segunda, con el título genérico de La humanación de Dios, deja atrás la concepción general de la creación, y aterriza en el tiempo histórico humano y el de la encarnación de Dios en Jesucristo. A esta segunda parte pertenecen los capítulos 5, 6 y 7. El capítulo 5 Los orígenes de la vida humana bajo la gracia divina de Llorenç Puig y Manuel G. Doncel, bebiendo en gran manera de algunas intuiciones de Rahner, trata de reflexionar sobre tres cuestiones esenciales: la posibilidad de salvación de todos los seres humanos mucho antes de la encarnación de Cristo (incluyendo los primeros Homo sapiens), la cuestión del pecado original dentro de una concepción evolutiva como respuesta negativa del hombre al ofrecimiento de Dios y cómo puede imaginarse los comienzos de la vida sobrenatural humana. En todo ello, el papel de Cristo como Atractor universal de la creación juega el papel de extensor hacia adelante y hacia atrás de la vida sobrenatural y la salvación a todos los hombres.

En forma más general y autónoma, el capítulo 6 Jesucristo y la evolución cósmica de Emili Marlés, trata de reflexionar sobre el papel de Jesucristo dentro de ese desenvolvimiento evolutivo. Aunque no está presente de modo explícito la idea directriz del Atractor cósmico y del Espíritu Potenciador, hay algunos indicios que podrían apuntar en esa misma dirección, aunque la tesis esencial de Marlés puede identificarse con una suerte de panenteísmo en el que el cosmos entero está “EN Cristo” (que supone también un estar en el Espíritu), siendo por tanto su papel el de sostenedor y contenedor de todo lo creado. Más adelante desarrolla también la idea básica del libro de que quien crea es el conjunto de la Trinidad, así como la concepción de una creación evolutiva querida por Dios.

Esta segunda parte se cierra con el capítulo 7 La reconciliación por la cruz como misterio de amor de Jaume Fontbona, donde más allá de la reflexión general sobre el papel de Cristo en la creación, se trata el tema concreto del papel de la muerte en cruz dentro de la historia del cosmos. No obstante, este capítulo no introduce explícitamente ninguna indicación de una concepción evolutiva del universo. Es más bien un ejercicio teológico-exegético de corte estrictamente dogmático que explica el papel de la cruz y la aparición pospascual de la Iglesia y la eucaristía. Ahora bien, dentro de una obra conjunta que trata de reformular la dogmática en clave evolutiva, el lector avezado podrá fácilmente sacar provecho de las bellas páginas de Fontbona para introducirlas dentro de la tesis evolutiva general.

Finalmente, el libro se cierra con una tercera parte sobre La nueva creación, que tras haber reflexionado sobre la creación en los inicios y sobre el tiempo de Cristo y la Iglesia, llega ahora a su consumación escatológica, a su recapitulación. Por ello, los capítulos 8, 9 y 10 se centran esencialmente en los temas clásicos de la resurrección, el fin del mundo y la nueva creación. El Capítulo 8 El cuerpo de Jesucristo resucitado como cuerpo cósmico y místicode Armand Puig i Tàrrech tiene, precisamente, como tarea presentarnos las implicaciones de la resurrección de Jesús, que como novedad absoluta en el cosmos prefigura la nueva creación. Un Jesús resucitado que es a la vez cuerpo cósmico y cuerpo místico, y gracias a cuya glorificación espiritual el creyente experimenta la proximidad y la unión con Cristo. No obstante, quisiera hacer dos pequeñas indicaciones que me han desconcertado aun a pesar de la belleza general del capítulo. La primera tiene que ver con la excesiva credibilidad histórica que el autor concede a los relatos de las apariciones del Jesús resucitado y que, ciertamente, le sirven para una bella intuición que es la continuidad-discontinuidad entre el cuerpo del Jesús terreno y el resucitado, que es el mismo, pero no de la misma forma. Sin embargo, a la luz de la exégesis actual, me parece difícil conceder que las apariciones fueran realmente “apariciones visuales”. La otra idea cuestionable es simplemente un tema terminológico: él habla del cuerpo del Jesús resucitado como constituido de una “materia espiritual”, la dificultad cuasi contradictoria de este término debería ser refinada, quizá utilizando términos menos contradictorios.

El capítulo 9 El futuro del universo y de la vida según la ciencia de David Jou, vuelve a introducir en el momento apropiado la perspectiva estrictamente científica. Es, de nuevo, un sólido esquema de lo que la ciencia nos dice acerca del futuro del universo. Con un realismo que a veces agobia, Jou va repasando las diferentes “muertes” del universo, de la vida, del ser humano, de la tierra, etc. No cabe duda de que desde un punto de vista científico, el universo y el ser humano tienen fecha de caducidad, y es un punto ineludible que debe ser tenido en cuenta por la escatología teológica.

Finalmente, el largo capítulo 10 La nueva creación y la evolución de las leyes cósmicas de Manuel G. Doncel propone diferentes elementos a tener en cuenta dentro de una reflexión escatológica cristiana: (a) una nueva creación con leyes científicas diferentes a las actuales (las leyes no tienen por qué ser concebidas como eternas, justamente porque son leyes que existen dentro de un universo que no es eterno), tal como se prefiguran en el cuerpo resucitado de Cristo según se definió en el capítulo 8. (b) No se puede obviar que a pesar de la muerte física del universo Dios continúa siendo el futuro absoluto, y que al fin de los tiempos esperamos la plena autocomunicación de Dios, y toda la creación será y estará en Dios (panenteísmo escatológico). (c) La nueva creación hay que concebirla como ex vetere, es decir, a partir de la terrenal, por lo que la escatología implica la consumación de la historia y son importantes las decisiones personales tomadas durante la vida terrena, sin que eso excluya la posibilidad de una invitación eterna de Dios a la salvación. (d) La escatología cristiana tiene su fundamento en la confianza en la fidelidad de Dios, que nos ha prometido la resurrección, y no en una naturaleza humana inmortal. (e) Finalmente, recapitulando la tesis fundamental del libro, en la nueva creación el Espíritu sigue ejerciendo de Potenciador en tanto que Cristo será el Atractor cósmico que recapitulará el mundo viejo en la nueva creación.

En definitiva, esta obra mantiene un equilibrio (difícil, pero necesario) entre el dato científico ineludible y el dato teológico irrenunciable. Aunque es sólo un punto de partida, merece ser leída, pensada y meditada, puesto que está escrita por teólogos-científicos de altura y talla intelectual que buscan presentar de forma siempre novedosa el mensaje de amor del cristianismo, asumiendo de forma serena y honesta lo que la ciencia nos obliga a introducir en nuestra formulaciones teóricas.

 

Jesús Romero Moñivas

 

Universidad Complutense de Madrid

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 Publicado en Actualidad bibliográfica de filosofía y teología 102 (2014), pp. 178-181